sábado, 16 de abril de 2016

IGLESIA DE MATÍAS.



La colina de Buda es el enclave original de Budapest, celebrada su belleza con el apelativo de “Reina del Danubio”. El Bastión de los Pescadores es uno de los grandes atractivos que ofrece la urbe, siempre animado y concurrido. Muy cerca se sitúa la Iglesia de Matías – Matyas templom – el templo católico histórico de Budapest.


La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora – advocación auténtica – fue levantada durante la Baja Edad Media. Fundada en 1255 por Bela IV, los trabajos se prolongaron entre el siglo XIII y XV. Buena parte de la construcción data del reinado de Segismundo de Luxemburgo, aunque ha quedado vinculada con el rey Matías (de ahí el nombre por el que es conocida), que encargó la ampliación del edificio. En 1458 tras su coronación se celebró aquí una multitudinaria Misa de Acción de Gracias.


Durante un tiempo fue el lugar de coronación de los reyes húngaros. En 1309 fue coronado aquí Carlos Roberto de Anjou, primer rey húngaro tras la desaparición de la histórica dinastía de Arpad. Su interior guarda una réplica del Orbe de San Esteban, el Cetro y la Santa Corona, los elementos simbólicos del ceremonial.


También fue coronada en este templo Sissi Emperatriz, que gozó del amor del pueblo húngaro. 


Los muros interiores de las iglesias húngaras aparecen siempre policromados, ofreciendo a los feligreses vívidas imágenes de la historia del país.



Un interminable fresco que se extiende por paredes, bóvedas y cúpulas. Nada que ver con la monotonía de la piedra desnuda de nuestras iglesias.



Los otomanos conquistaron la ciudad y transformaron la iglesia en mezquita. Es por este motivo que muchos elementos originales han desaparecido.


Los avatares de la ciudad pasaron factura a la iglesia que fue reconstruida por los franciscanos en estilo barroco y a finales del siglo XIX vuelta a restaurar siguiendo la moda del momento; el neogótico.


El altar mayor es el corazón espiritual de la iglesia.


Capilla de San Emeric, hijo de San Esteban, al que la muerte le llegó en la incompleta juventud.


En el año 1860 se trasladaron desde la desaparecida basílica de Szekesfehervar los cuerpos del rey Bela III y su esposa Inés de Chatillón.


El ciervo es uno de los animales simbólicos y totémicos de los magiares desde los tiempos en que cabalgaban libremente por las estepas.




Capilla del rey San Ladislao – Szent Laszlo.


Rematando una de las puntiagudas cúpulas el cuervo, símbolo de la poderosa familia Hunyadi, a la que pertenecía el rey Matías.




viernes, 15 de abril de 2016

CASA NATAL DEL REY MATÍAS.



El 23 de febrero de 1443 nació Matias Corvino, hijo del comandante transilvano Janos Hunyadi, que acabó convirtiéndose en rey de Hungría (1458 – 1490). Su ciudad natal Kolozsvar, hoy Cluj Napoca en territorio Rumano, conserva el edificio donde vio la luz del mundo por vez primera.



Se trata de una construcción en estilo gótico de transición al Renacimiento y se considera uno de los elementos arquitectónicos más antiguos de la bella Cluj Napoca.  

sábado, 9 de abril de 2016

STEFAN CEL MARE



Stefan cel Mare – Esteban III de Moldavia “el Grande”, inteligente, astuto, osado y sobradamente preparado, se ha convertido por derecho propio, en una gigantesca figura de la historia de Rumanía. Parques, plazas, calles, monasterios, cuadros, avenidas, colegios, estatuas, monumentos...diseminados por todo el país mantienen vivo su recuerdo. El príncipe Esteban convirtió Moldavia en un poderoso estado, con capacidad suficiente para mantener su independencia.


Cuando su padre, Bogdan II, fue asesinado (algo demasiado común en la época), Esteban, que era poco más que un niño, se refugió en Transilvania bajo la protección del poderoso clan de los Hunyadi, y allí coincidió con otro exiliado con pedigrí, Vlad III. Pronto hicieron buenas migas y juntos se empaparon de los complicados resortes del mundo de la política, los entresijos de la vida cortesana y todo lo que debían saber sobre el mundo marcial. Vlad y Esteban cabalgaron juntos durante interminables horas y vagaron por indescifrables senderos en pos de su destino. Esta fue una amistad fructífera para ambos.


En 1457 Vlad ofreció a Esteban un considerable destacamento con los que poder asaltar Moldavia y convertirse en príncipe con todas las de la ley. Laureado general, consumado militar, vencedor en más de treinta batallas, rodeado de molestos vecinos, defendió con éxito y pundonor su país, deseado por húngaros, polacos y otomanos (y menos mal que aún no habían llegado los rusos). Y con todos se las tuvo tiesas. Interceptó y derrotó al ejército de Matías Corvino que se dirigía a Moldavia con la intención de sentar en el trono a Petru Aron, aniquiló a una peligrosa horda tártara y hacia 1471, invadió Valaquia, le dio una paliza a Radu el Hermoso, secuestró a su mujer y se llevó a su hija, María Voichita, para convertirla en su esposa. El sultán Mehmet II cabreado con lo que le habían hecho a su querido Radu, reclutó un gran ejército y lo lanzó contra Moldavia para castigar la afrenta.


Entonces consiguió Esteban consiguió el mayor éxito de toda su carrera militar. Emboscó a sus hombres en las ciénagas y pantanos que rodean la ciudad de Vaslui, y allí sorprendió al ejército de Mehmet II. La batalla de Vaslui (1475) fue una de las peores derrotas que sufrieron los otomanos frente a las armas cristianas. Este traspiés dejó muy mermado al turco que detuvo por un tiempo su avance sobre Europa Oriental.


A pesar del rotundo éxito, Esteban sabía que el peligro otomano no había sido conjurado, y decidió sustituir la espada por las palabras. Envió misivas relatando la victoria a todos los estados cristianos, incluido el Obispo de Roma, y explicando la necesidad de unir a toda la Cristiandad para poder expulsar a los otomanos de Europa. Reyes y príncipes miraron para otro lado y el papa se limitó a nombrar a Stefan cel Mare, “Campeón de la Cristiandad”. Definitivamente el espíritu de cruzada había muerto.


Por estas fechas, y tras hacer las paces con el rey Matías, Esteban devolvió el favor a Vlad, y le ayudó a recuperar su trono. Aunque el valaco no pudo ni mantenerlo, ni conservar la cabeza sobre los hombros.


Cuando Esteban fue plenamente consciente de su insuficiencia militar, con enemigos por todos lados, volvió a recurrir a la diplomacia, y en 1486 firmó un tratado con el sultán Bayaceto II. La autonomía de Moldavia a cambio de un suculento tributo anual.


A pesar de las guerras y la turbulencia política, el reinado de Esteban fue una época de prosperidad y gran desarrollo cultural. Bajo su mandato se fundaron numerosos monasterios – Putna, Voronet, Moldovita, Sucevita – y mantuvo al clero ortodoxo de los estados ocupados por los turcos, además de proteger los monasterios griegos del Monte Athos. Algunas ciudades moldavas vivieron el mayor esplendor de su historia con Esteban, como la capital Suceava, Radauti o Piatra Neamt, donde se estableció ocasionalmente la corte principesca. Para defender sus fronteras inició una política de reforzamiento de las fortalezas existentes, como la de Tirgu Neamt o la Cetate de Scaun en Suceava.


Esteban murió en Suceava y fue enterrado en el monasterio de Putna, donde descansa eternamente junto a su María Voichita. Fue llorado largamente y convertido en santo por la Iglesia Ortodoxa en el año 1992 (tras la caída del régimen comunista). Si uno no es rumano no puede alcanzar a comprender la dimensión de este personaje, algunos historiadores románticos y nacionalistas, como Nicolae Iorga, han escrito auténticos panegíricos sobre su extraordinaria personalidad, y recientemente (2006) un progama de la televisión pública lanzó una campaña para elegir al personaje más importante de la historia de Rumanía. Votaron miles de espectadores y el vencedor fue Stefan cel Mare.


Prudente cuando tenía que serlo, empleaba el suplicio del palo con el enemigo, diestro con la espada y locuaz con la palabra, y siempre presto para aprovechar la oportunidad, Stefan cel Mare, en sus momentos de ensoñación, se veía a sí mismo dirigiendo una cruzada y recuperando Constantinopla para la Cristiandad.




viernes, 8 de abril de 2016

JUSZTINA SZILAGI, EL GRAN AMOR DE VLAD DRÁCULA.



Perdido en el laberinto de Buda, que atraviesa las entrañas de la colina, me topé con una leyenda que habla del amor entre Drácula y Jusztina Szilagi, su segunda esposa. Al parecer el romance comenzó mucho tiempo antes de que Vlad III – el Drácula histórico – se convirtiera en prisionero del rey húngaro. Desde muy temprana edad Drácula frecuentaba la casa de los Hunyadi, y allí conoció a Jusztina Szilagi, una hermosa prima de Marías, que acudía a la corte para ser educada y medrar en lo posible. Drácula y Jusztina coincidieron muchas veces, las miradas furtivas dieron paso a los besos fogosos, sus corazones se encendieron y los jóvenes se enamoraron perdidamente. Pero no era su momento y sus caminos se separaron.

A pesar de la distancia, y los avatares vitales, el amor entre ellos nunca se apagó del todo, ni siquiera en la complicada época en que Matías, ya convertido en rey, se enemistó con el voivoda valaco. El momento y las circunstacias que rodearon la boda son bastante desconocidas, tan solo una breve referencia a la huída de Jusztina con Vlad, y una ceremonia íntima en un lugar secreto. Después de las nupcias Drácula tomó a su flamante esposa, la montó en su corcel y juntos cabalgaron hasta la fortaleza de Poenari. Allí, apartados del mundo dieron rienda suelta al amor y la pasión. Durante un tiempo fueron felices, pero la guerra irrumpió nuevamente en el hogar de Drácula.

Valaquia había perdido a Hungría como aliada frente a los otomanos, Vlad fue caputurado por los hombres del rey húngaro y encerrado en una fría mazmorra de Buda. Posiblemente en este mismo laberinto donde leí esta leyenda. Con el paso del tiempo las condiciones del cautiverio de Vlad fueron mejorando, y se le trasladó a una confortable casa en Pest. Mientras Vlad era rehén de Matías, su esposa lloraba amargamente su ausencia en la fría soledad de Poenari. Un aciago día recibió Vlad la terrible noticia que dejó su alma ajada. Los turcos habían atacado su castillo y una desesperada Jusztina prefirió lanzarse por la ventana, antes que convertirse en un juguete en manos de los crueles jenízaros. Cuentan los lugareños (o Francis Ford Coppola, eso no lo tengo muy claro), que el río al que cayó Juzstina, pasó a llamarse río Princesa.


Realmente no se cual es el origen de esta leyenda, no exenta de cierta belleza trágica, pero lo que me queda claro es que al igual que ocurre en Rumanía, también en Hungría quieren aprovechar el tirón de la inmortal figura de Vlad Drácula (el hombre y el vampiro).