martes, 17 de mayo de 2016

EL SANGUINARIO BANQUETE DE BOYARDOS.



La velada transcurría apaciblemente, las antorchas iluminaban los sonrosados rostros de los comensales y las sombras proyectaban alargadas figuras sobre las paredes del gran salón. Todos los boyardos del reino, magnates y prohombres, estaban reunidos aquella noche, sentados alrededor de una enorme y maciza mesa de madera, acompañados por sus esposas e hijas. Los pajes y escuderos observaban, sin intervenir, el pantacruélico banquete desde una distancia prudencial.

El príncipe no había reparado en gastos para agasajar a sus invitados, los grandes señores del país: faisán relleno, ciruelas, naranjas y melocotones, pistachos, almendras o otros frutos secos, cabrito de los Cárpatos, venado de la reserva de caza del príncipe, lechón asado, patos criados en las granjas de Valaquia, esturión del mar Negro, barbos y carpas del Danubio, ternera de Panonia y todo ello regado con los caldos, tintos y blancos, elaborados en las afamadas bodegas transilvanas. El príncipe, orgulloso y altivo, miraba complacido el maravilloso cuadro, al que aún había que imprimir color carmesí.


Cuando las panzas estaban llenas, el alcohol ya se había apoderado de cuerpos y mentes, los modales corteses habían cedido ante los eructos y exabruptos, y el placer lo inundaba todo, el príncipe se acercó a sus invitados, y con una sonrisa dibujada en los labios se dirigió a uno de los comensales de esta manera:
  •  Decidme señor ¿a cuántos voivodas habéis conocido?
  • ¿Diez?,¿veinte? - respondió con desdén el hombre.
A continuación reparó el príncipe en un veterano boyardo de pelo cano, el mayor quizás de los invitados, y de nuevo inquirió.

  • Y usted, noble señor ¿a cuántos voivodas habéis servido?
  • Seguro que a varias docenas – respondió con sorna bobalicona el aludido.
Y aún dirigió una tercera pregunta, obteniendo la misma respuesta – muchos -. Entonces, poseído por el mismísimo diablo, el príncipe endureció el gesto y exclamo: !Asquerosas ratas bastardas. Por culpa de vuestros egoísmos y traiciones los príncipes de este país no pueden mantenerse en el trono!. Pero yo, Vlad III, hijo de Vlad II “el Dragón”, atajaré este problema de raíz.

Sin que los boyardos tuvieran tiempo de reaccionar, la guardia del príncipe irrumpió, espada en mano, en el gran salón e iniciaron una terrible carnicería. Los primeros en ser degollados fueron los pajes y escuderos, y luego siguieron los boyardos más veteranos y algunas mujeres. Los que no murieron en el salón fueron sacados al exterior, maniatados y se les atravesó el ano con enormes estacas. Así pasaron varias horas (a lo peor días) empalados, sufriendo la más atroz de las agonías, mientras los cuervos se deleitaban picoteando los ojos, las lenguas y otras partes blandas. La sangre de la redención regó la tierra de Valaquia.


Los que se libraron del acero y la madera fueron trasladados a Poenari y allí se vieron obligados a trabajar como esclavos en la construcción del castillo que corona la cumbre. Los cuerpos de muchos de ellos terminaron estercolando la tierra.

Esta es una de las anécdotas más truculentas y recurrente que se cuentan sobre el terrible príncipe de Valaquia Vlad III, conocido como “el Empalador”. Como dijo el actor Rudolf Martin cuando encarnaba al personaje en la película Vlad Príncipe de la Oscuridad: “He oído tantas veces esas historias, que estoy empezando a creerlas”.

Los historiadores sitúan la matanza de boyardos en la ciudad de Tirgoviste, donde Vlad tenían instalada su corte, durante la celebración del Domingo de Pascua. Matei Cazacu (uno de los biografos más reputados del Drácula histórico) fecha la Pascua Sangrienta en 1459.

Un relato alemán de 1463 describe la escena con las siguientes palabras: “Invitó a su morada a todos los señores y nobles de su país; cuando hubieron terminado la comida, se dirigió al de mayor edad y le preguntó de cuántos voivodas o príncipes que hubieran reinado en ese mismo país guardaba recuerdo. Él le contestó lo que sabía al respecto; después fueron interrogados los demás, jóvenes y viejos; y Drácula pidió a cada uno de ellos a cuántos podían recordar. Uno contestó cincuenta; otro, treinta; uno, veinte; otro, doce; y ninguno era lo suficientemente joven como para recordar a menos de siete. Entonces, él hizo empalar a todos esos señores, que en total eran quinientos”.

Real o no, esta historia ha sido repetida tantas veces, que todo el mundo la da por cierta.


domingo, 15 de mayo de 2016

BUREBISTA, SEÑOR DE TODO EL DANUBIO.



De entre los bosques carpáticos surge la imponente figura de Burebista, henchido de firmeza, determinación, carisma y capacidad de mando. Junto a Decébalo, el más grande rey de los dacios.

A mediados del siglo I a.C. estableció el primer gran estado dacio, unificó a los geto-dacios y a los tracios, reorganizó el ejército y se lanzó a guerrear contra los pueblos vecinos (y algunos de más allá). Venció a los boios, tauriscos y escordiscos (todos ellos profundamente celtizados), subyugó a los correosos bastarnos e incluso consiguió el control de las dinámicas colonias griegas del mar Negro. Burebista construyó un imperio al norte de los Balcanes, que se extendía a ambas orillas del Danubio y que por oriente alcanzó la región de Odessa.


Este monarca levantó una red de fortalezas en los Cárpatos (Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO) y situó su capital muy cerca de Costesti. Reinó durante cuatro décadas sobre un mosaico de pueblos, dispares entre sí y poco cohesionados. Las tierra sobre las que gobernó eran fértiles para la agricultura, aptas para la ganadería, ricas en minas y prósperas para el comercio. Burebista siempre contó con la colaboración de Decenus, un hombre religioso similar a los druidas, un sabio consejero al estilo de Merlín, Gandalf o Panoramix.

“Burebistas, tras haberse hecho cargo de la dirección del pueblo, levantó la moral de la gente, que estaba decaída por las numerosas guerras, y logró alcanzar tal grado de prosperidad a base de entrenamiento, disciplina y obediencia a sus órdenes, que en pocos años se había hecho con un gran imperio, sometiendo al yugo geta a la mayoría de sus vecinos. Ahora comenzaba a ser digno de temer para los romanos, dado que cruzaba sin reparo el Istro y saqueaba Tracia hasta Macedonia e Iliria; devastando no sólo a los celtas que estaban mezclados con tracios e ilirios, sino también causando la completa desaparición de los boyos, gobernados por Critasiro y de los tauriscos. Para lograr la docilidad del pueblo contaba con la ayuda de Deceneo, el adivino, el cual había viajado por Egipto y había aprendido a interpretar ciertos signos, por medio de los cuales descifraba la voluntad divina”
Estrabón VII, 3, 11.

En su avance hacia Occidente Burebista chocó contra Roma y en el año 60 a.C. fulminó a un ejército comandado por Antonio Hybrida. Esta victoria le otorgó fama e hizo aumentar su prestigió, hasta el punto que Pompeyo Magno buscó su alianza para sumar fuerzas en la tortuosa Guerra Civil.

Julio César, animado por deseos de venganza y preocupado por un potencial enemigo en el Corazón de Europa, preparaba una campaña contra los dacios, cuando sobrevinieron los trágicos Idus de Marzo. A Burebista no le fue mucho mejor, pues también fue víctima de un oscuro complot nunca aclarado. Los hados del destino no quisieron que estos dos titanes cruzaran armas.


jueves, 12 de mayo de 2016

OROLES, REY DE LOS DACIOS.



Oroles fue un rey de los dacios, los aguerridos habitantes de los Cárpatos, durante el siglo II a.C. Su mayor éxito militar fue derrotar a los fieros bastarnos, cerrándoles el paso e impidiendo que invadieran Transilvania.

El historiador galo-romano Pompeyo Trogo nos cuenta la siguiente anécdota sobre este rey: “Por su parte los dacios descienden de los getas, quienes, habiendo sido derrotados en tiempos del rey Oroles por los bastarnas, en castigo por su cobardía estaban obligados por orden de su rey a poner la cabeza en el lugar de los pies, cuando iban a dormir, y a hacer a sus esposas los servicios que antes solían hacérseles a ellos mismos y no se cambiaron estas costumbres antes de que borraran con su valor la vergüenza sufrida con la guerra”.

sábado, 7 de mayo de 2016

ORASTIE, LA PUERTA DE LOS CÁRPATOS.



Al pie de los montes Cárpatos, Orastie es el lugar ideal para emprender una expedición hacia las fortalezas dacias Patrimonio de la Humanidad. Sus murales, bustos y estatuas recuerdan con orgullo (además de a otras personalidades destacadas) su vinculación histórica con la Civilización Dacia.



Orastie es un pequeño pueblo encantador, bien cuidado y que me pareció maravilloso cuando me bajé de la autocaravana. Luego no era para tanto, pero los alrededores de la iglesia con un parque lleno de jardines y flores era bonito y agradable.  


miércoles, 4 de mayo de 2016

CROACIA INTEGRANTE DEL REINO DE HUNGRÍA.




Comerciantes venecianos, soldados, trabajadores y campesinos croatas, y nobles húngaros, convivieron (más mal que bien) y dejaron su impronta en este hermoso país balcánico. Posiblemente esa mezcolanza sirva para explicar el carácter afable y acogedor de sus gentes. Durante los siglos plenomedievales gran parte de la Croacia actual estaba integrada en el Reino de Hungría, el reino medieval más poderoso de Europa Centro-Oriental. Magiares y venecianos pugnaron durante décadas por el control de la costa dálmata. La superior flota de la república de San Marcos acabó triunfando en el mar y llevándose (y nunca mejor apuntado) el gato al agua.


El reino de Croacia, unificado y fundado por Tomislav I en 925 perdió su independencia nominal con la muerte del rey Dimitar Zvonimir en 1091. Sin la existencia de un sucesor, su viuda, Helena de Hungría, ofreció el trono a su hermano Ladislao  , rey de Hungría. Una parte de la nobleza croata eligió a su propio rey Petar Svacic. Durante unos años, en los que se produjo la muerte de Ladislao, la coronación de Colomán y la intromisión de Venecia, la situación política en Croacia era confusa e inestable, hasta que en 1097 se produce el choque armado entre húngaros y croatas en la batalla de la montaña Gvozd. El enfrentamiento finalizó con la muerte del aspirante croata y la coronación de Colomán , llamado el Bibliófilo, como rey de Croacia. Desde este momento y a lo largo de ocho siglos Crocia quedó vinculada a Hungría hasta la disolución del Imperio Austro-Húngaro al finalizar la Primera Guerra Mundial.


Los magiares utiizaron las fortalezas, como la de Klis para defender la región. Primeramente de los venecianos que constantemente intentaban someter la costa de Croacia. Tras varios vaivenes (Zara cambió varias vences de manos) a partir de 1420 la República de San Marcos se implantó en la región de forma perdurable. El otro enemigo al que tuvieron que hacer frente eslavos y húngaros unidos fueron los turcos del Imperio Otomano. Ladislao I fundó el obispado de Agram (Zagreb ) y en general los monarcas húngaros patrocinaron la implantación del catolicismo en el país, de forma paralela al crecimiento de la iglesia ortodoxa en la vecina Serbia. El rey de Hungría delegaba en un ban (una especie de virrey) el gobierno de Croacia, que en la práctica funcionaba de forma autónoma y contaba con su propia dieta. Algunos de estos banes, como Belos Bukanovic, pertenecían a la aristocracia eslava.