sábado, 25 de agosto de 2018

TIRANA: OTOMANA, SOCIALISTA Y GLOBALIZADA.




Una capital improbable, cuyo nombre evoca a otro tiempo, a una época en que el mundo estaba dividido en dos bloques, Tirana simboliza lo lejano, lo inaccesible y lo desconocido, capital de un pequeño y orgulloso país que siempre quiso mantener su independencia contra todo, y contra todos, un país que fue oficialmente ateo y que defendía el único socialismo auténtico. El valiente Enver Hoxha rompió con la URSS, con la China de Mao y con la vecina Yugoslavia de Tito, decidió echar el cerrojo y aislarse del mundo. Del Occidental capitalista y del Oriental comunista.


La capital albanesa ha pasado en cien años de asentamiento otomano a capital de un estado socialista, para terminar abriendose a la globalización y al capitalismo occidental. Tras la declaración de independencia en 1912, Tirana pasó de ser una pequeña ciudad de provincias en el Imperio Otomano a la floreciente capital de una República Socialista.


Fundada por los otomanos, fue rediseñada sucesivamente por los arquitectos fascistas de Mussolini, por el partido comunista de Albania y por las autoridades de la nueva democracia, la más joven de toda Europa. Su alcalde Edi Rama llenó de color una ciudad que durante varias décadas era gris, anodina y un tanto triste.


José Ignacio Torreblanca en El Pais nos cuenta sus impresiones de Tirana “Miras a un lado y chocas de frente con un monumental palacio de congresos de estilo norcoreano presidido por un enorme mural donde se representa al pueblo en armas. Miras a otro y te tropiezas con el neoclásico típico del fascismo italiano, herencia de la ocupación por las tropas de Mussolini. Y si te vuelves, entonces ves una pequeña mezquita, una de las pocas que se salvó del régimen locoide de Enver Hoxha, que declaró el ateísmo religión de Estado, impuso un régimen de terror y destruyó una gran parte del patrimonio cultural del país. Un pastiche interesante, pero problemático desde el punto de vista histórico”.


La capital de Albania se sitúa a unos cien metros sobre el nivel del mar, rodeada de colinas y montes blancos (de ese color viene el nombre de Albania), en el valle del río Ishëm. Relativamente cercana al mar Mediterráneo, 30 kilómetros la separan de la costa. Precisamente una de las carreteras mejores del país unen Tirana con el histórico puerto de Durrës.


El origen de Tirana se relaciona con un castillo – Kalaja e Tiranës – mandado construir en su momento por el emperador Justiniano I y posteriormente restaurado por los turcos. Hoy tan solo quedan unas cuantas piedras de la fortaleza y de la presencia bizantina en la ciudad.


Sulejman Pashá, fue el verdadero fundador de la ciudad, en 1614. La Tirana otomana contaba con una mezquita, un hamman y un mercado. Su situación en una cruce de rutas de caravanes hizo posible su rápido crecimiento.


Una ciudad muy, muy diferente a la mayoría de las capitales europeas, nada que ver con Praga, Riga, Madrid o Bratislava. Aquí no hay grandes edificios, ni monumentos históricos, ni enormes rascacielos sedes de empresas multinacionales. El escrito ruso Ilya Ehrenburg, refiriéndose a la Avenida de los Mártires dijo en una ocasión que había visto muchas ciudades sin grandes avenidas, pero que en Tirana había visto por primera vez una gran avenida sin ciudad.


Sin embargo desde la caída del comunismo Tirana ha crecido mucho (de 200.000 a más de 600.000 habitantes) los arrabales se alargan hasta el infinito. Recuerdo más de una hora conduciendo, desde que vimos las primeras casas, hasta que llegamos al centro neurálgico, la céntrica Plaza Skanderbeg.


Cualquier visita a Tirana debe comenzar, casi obligatoriamente, en la Plaza de Skanderbeg, junto a la estatua de este guerrero medieval que combatió con éxito a los turcos. Durante varias décadas, una gran estatua del líder Hoxha, presidía este enorme espacio.


Tirana es una ciudad dual, bulliciosa hasta la media tarde, sosegada y tranquila después del final de la jornada laboral. La avenida de los mártires vertebra el corazón de la capital, comunica la Plaza Skanderbeg y el Lago Sur. Mezquitas, museos, el Mausoleo abandonado de Enver Hoxha, iglesias ortodoxas y el estadio nacional se disponen en este eje vital. Este conjunto urbano fue diseñado en los años '20 y '30 por arquitectos italianos.


Blloku era el barrio donde residia la élite, la nomenklatura comunista, incluido la de Hoxha. Una especie de ciudad prohibida, completamente vetada. Edificios construídos a lo largo de las sucesivas etapas, otomana, fascistas y soviética. Edificios que fueron coloreados por Edi Rama.


Tirana quiere convertirse en el futuro en una ciudad de referencia a escala mundial y ha proyectado un diseño novedoso para el año 2030, en el que conviven en perfecta armonía naturaleza y urbanismo.


Montañas blancas en el horizonte, la torre del reloj, el minarete de la mezquita (símbolo de la mayoría religiosa del país) y la silueta del héroe Skanderbeg, foman la postal típica de Tirana. Capital de la lejana, y enigmática Albania, una ciudad que poco a nada tiene que ver con las capitales europeas. Aquí no verás avenidas kilométricas, ni rascacielos que se pierden en un blanco océano de nubes.


Tirana puede parecer, a ojos de los extranjeros, una ciudad anodina, sin edificios históricos de relevancia, ni rincones pintorescos y sugerentes, eso sí, conviven en armonía mezquitas e iglesias, y sus vecinos harán lo posible para que te sientas a gusto. En definitiva un capital caótica, llena de color, rebosante de vida y prácticamente desconocida para el turismo de masas.



miércoles, 1 de agosto de 2018

1448. SEGUNDA BATALLA DE KOSOVO.




El comandante transilvano Iancu de Hunedoara (Janos Hunyaid en lengua magiar), voivoda de Transilvania, regente del Reino de Hungría (por la minoría de edad de Ladislao el Póstumo) y auténtico señor de la guerra, estaba convencido de poder derrotar a los turcos, y si no expulsarlos de Europa, al menos detener su avance (que parecía imparable). Y no cejó en el empeño, aunque nunca se acercó a ese ambicioso objetivo. Eso sí, guerreando en territorio enemigo, conseguía (a duras penas) mantenerlo alejado de las tierras húngaras. Al éxito en su campaña larga (1443) sucedió el desastre de la cruzada de Varna (1444). Cuatro años depués levantó un nuevo ejército y marchó al encuentro del turco. 


Janos Hunyadi estuvo un par de años planeando esta batalla, en virtud de lo aprendido en otros enfrentamientos contra los otomanos, los preparativos fueron meticulosos. Murad II, que se encontraba combatiendo en Albania, sabiendo de las intenciones del húngaro, se replegó hacia Sofía y comenzó a reorganizar sus fuerzas, muy superiores a las que podría juntar el paladín transilvano. 

Hunyadi fue secundado por dos hábiles comandantes, sus cuñados Johan von Székely y Michael von Szilágyi. Janos estaba casado con Isabel, la hermana de Michael. Hunyadi se había empapado del arte de la guerra, aprendió en Milán, a las órdenes de Filippo Visconti, la forma de combatir de los condotieros y adoptó algunas tácticas utilizadas por los husitoas, que observó cuando los combatía. En definitiva, un auténtico compendio de las innovaciones bélicas introducidas en Europa durante la Baja Edad Media. De sus encuentros anteriores con los otomanos aprendió que es mejor no atacar alocadamente, y que romper el frente que formaban los jenízaros era una tarea muy, muy complicada. 


El ejército de Hunyadi. El ejército reunido por Hunyadi combinaba la tradición feudal de las levas nobiliarias con la contratación de mercenarios especialistas en el oficio de la guerra (mientras escribo esto no puedo dejar de pensar en la película los Señores del Acero – Flesh and Blood, del maestro Paul Verhoven): 

♠ 10.000 hombres reclutado de los territorios de Michael von Szilágyi y Johan von Székely. 

♠ 8.000 valacos que eran comandados por su voivoda Vladislav II. Janos Hunyadi le ayudó a sentarse en el trono de Valaquia, asesinando para ello a su anterior ocupante, Vlad II, y a su hijo Mircea. 

♠ Mercenarios alemanes e italianos, veteranos de mil batallas, experimentados arcabuceros para tratar de debilitar la defensa jenízara y carros de combate bohemios, como los utilizados por los husitas. Hablamos de una cifra que rondaría los 10.000 infantes, dispuestos a batirse el cobre con los temibles jenízaros turcos. 

♠ Finalmente otros 4.000 hombres de la facción noble de Hunyadi. 

Total: 32. 000 soldados dispuestos a todo, preparados para cruzar media Europa y enfrentarse, en su propio terreno, a la máquina militar mejor engrasada el momento. 

Ni el recién nombrado papa Nicolás V, ni los (supuestos) aliados occidentales, mostraron interés alguno. De nuevo Hungría se encontraba sola ante el peligro. ¿Sola?. No, en la montañosa Albania, Skanderbeg mantenía a raya a todos los ejércitos otomanos que ponían pie en su país. Si fuera posible unir fuerzas y presentar un frente sólido de batalla, se podría romper el equilibrio de poder en favor de Hungría. 

Septiembre. 
Hunyadi, acompañado de sus cuñados, del príncipe valaco Vladislao II y de sus propias tropas, cruzó el río Danubio en el mes de Septiembre, a la altura de Cuvin (Keve) frente a Smederevo, y ya en tierras de Serbia se dirigió a Durad Brankovic para que tomase parte de la campaña militar. El déspota serbio, antiguo aliado del húngaro, había decidido orientar su política hacia Oriente, entregando incluso a su hija Mara, cmmo esposa del sultán Murad II , contentestó negativamente a Hunyadi, argumentando que: “un ejército tan débil no podía medirse con los turcos, y él temía más a Murad que a los húngaros”. La negativa de Brankovic transformó a un posible aliado en un enemigo, que además quedaría a la espalda del ejército húngaro una vez que reemprendiese la marcha. Nunca es aconsejable dejar a un enemigo vigilando tu retaguardia. 

Oportunidad. 
Mientras el ejército húngaro se dirigía a Levante, un joven Vlad (hijo del difunto Vlad II, príncipe de Valaquia) cabalga en sentido contrario, hacia Valaquia, acompañado por un pequeño destacamento de caballería ligera otomana (los certeros akindchis) proporcionada por Murad II, y aprovechará la ausencia del príncipe titular (Vladislao II) para ocupar el trono del Principado de Valaquia. Esta fue la primera ocasión en que el famoso Vlad III el Empalador, fue voivoda de Valaquia, aunque este primer reinado duró apenas un mes. De regreso a Valaquia, Vladislao II no tuvo excesivos problemas en recuperar el poder. No sería la última vez que se verían las caras. 

Un carta. 
Hunyadi marchó hacia Nis, tal como hiciera en 1443 durante la Campaña Larga, pero en lugar de dirigirse hacia Sofía (donde aguardaba el sultán) se encaminó al sudoeste, hacia Albania, para unir sus fuerzas con las de Skanderbeg. Juntos podrían derrotar al ejército otomano. El bien informado Murad II ordenó el avance a marchas forzadas, y a mediados del mes de octubre, se posicionó a espaldas de los húngaros en el Campo de los Mirlos (Kosovo Polje) el escenario de la legendaria Batalla de Kosovo de 1389. El plan de Hunyadi habría fracaso, en un movimiento inteligente, Murad había conseguido interceptar al ejército húngaro antes de que pusiese entrar en contacto con los albaneses de Skanderbeg. Muchos historiadores húngaros siguen culpando a Durad Brankovic de desvelar al sultán los planes de Janos. Pero Janos Hunyadi no había llegado hasta aquí para marcharse sin luchar, así que decidió jugar las cartas que tenía en su mazo. 

El gobernador [Hunyadi] se estableció con su fuerza de choque en el Campo de Kosovo y, advirtiendo que el poder y la fuerza del sultán eran mayores, les escribió la siguiente carta: Sultán, no tengo tantos hombres como tú, pero, a pesar de tener pocos, sé que son buenos, rectos, leales y valientes. El sultán respondió a Janko: Janko, prefiero una aljaba llena de flechas ordinarias que seis o siete de oro. 
Memorien eines Janitscharen 
(Memorias de un jenízaro) 

Disposición. 
Ambos ejércitos se desplegaron de forma similar. En el año 1448 Janos Hunyadi era un militar experimentado que había combatido en varios frentes y contra enemigos muy diferentes. De los husitas adoptó sus carros o vagones de guerra, y de choques anteriores contra los turcos había aprendido la importancia de mantener la posición, de contar con un mando centralizado y de no lanzar ataques a lo loco. En una colina que dominaba el terreno colocó sus carros de combate (configurando una pequeña fortaleza), y a sus pies apostó el grueso de sus tropas, con la caballería cubriendo los flancos. Parte de la caballería pesada (germen de los húsares que se hicieron famosos en los campos de batalla europeos de la Edad Moderna) formó como reserva de ataque. El ejército otomano, que duplicaba las tropas húngaras, mantuvo su habitual despliegue, con los jenízaros (infantería) en el centro y los sipahis (caballería) en los flancos. Los turcos también habían aprendido mucho de la forma de combatir de los húngaros, y a los vagones husitas opusieron un tinglado a base de planchas de madera y carros, defendidos por los jenízaros. Encastillados en sus barricas eran invencibles.

La Segunda Batalla de Kosovo duró tres días en los que ningún ejército quiso arriesgarse a perder sus posiciones. Tres largos días manteniendo las posiciones. Un intento de estabilizar un frente compacto y consolidado de combate. La misma táctica que sembró de muertos Europa durante la Primera Guerra Mundial. 

Día 1. Los disciplinados, y bien entrenados, jenízaros, rechazaron todos los ataques enviados por Hunyadi, y no se dejaron atraer fuera de la sólida formación defensiva que habían preparado. Durante la noche los húngaros lanzaron un ataque contra el campamento turco que acabó en fracaso. Posiciones defensivas, equilibrio de proyectiles y flechas de uno y otro bando. No obstante, el bando húngaro parecía comenzar a desangrarse. 

Día 2. Lucha de posiciones. Empate técnico a primeras horas de la mañana, pero Hunyadi debía tomar una decisión para romper ese empate táctico. Además los akindchis (caballería ligera) había cortado las líneas de abastecimiento y los soldados húngaros comenzaban a sufrir las consecuencias en sus propias carnes. Un certero y masivo ataque desbarató el ala derecha otomana, y acto seguido lanzó a la caballería pesada contra los jenízaros. Ni por esas. Nuevamente se estrelló contra un sólido muro. Al caer la tarde, los apesadumbrados húngaros se retiraron a los carros. Habían caído 15.000 soldados, el desánimo se apoderó de los supervivientes. 

Día 3. Durante la noche las tropas valacas, con su voivoda al frente, decidan abandonar el campo de batalla. ¿Fué esta la clave de la derrota?. Lo dudamos, el ejército se encontraba aislado de su lineas de suministros y había sufrido muchas bajas. Nuevamente el sultán había ganado la partida al transilvano. Lo que quedaba del ejército huyó (a duras penas) hacia la frontera, aunque únicamente unos pocos consiguieron salvar la vida. 

Esta derrota marca el final de la política húngara en los Balcanes. Los otomanos tenían el camino libre hacia el Corazón de Europa, aunque aún les quedaba un importante escollo que superar, la conquista de Constantinopla, que se defendía como gato panza arriba. El comandante Janos Hunyadi también sufrió en sus propias carnes la consecuencias de la derrota, buena parte de sus aliados entre la nobleza, habían caído en Kosovo. De regreso a casa Hunyadi fue retenido por Durad Brankovic, que sólo consintió devolverle la libertad después de cobrar un cuantioso rescate y al año siguiente – 1449 – se le retiró el cargo de voivoda de Transilvania, aunque siguió siendo regente del reino. Kosovo fue la última gran victoria del sultán Murad II que fallecía en 1451 (sin poder conquistar Albania).