sábado, 29 de agosto de 2015

EL HÉROE ALBANÉS SKANDERBEG SEGÚN LA PLUMA DE EDWARD GIBBON.



En punto a heroísmo se suelen emparejar Juan Huniades y Scanderbeg, y ambos se hacen acreedores a nuestra recomendación, empleando colmadamente las armas otomanas, fueron dilatando el vuelco del Imperio griego.

Juan Castriota , padre de Scanderbeg , era un principe hereditario de un distrito reducido del Epiro o Albania, en las serranías cercanas al mar Adriatico. Ajeno de contrarrestar el poderío del sultán, Castriota tiene que avenirse a las condiciones violentísimas de paz tributaria, entregando sus cuatro hijos por prendas de su lealtad; y aquellos jóvenes cristianos, tras padecer los rigores de la circuncisión, tienen que imbuirse en la religión mahometana, y luego militar entre los turcos, según su sistema y disciplina. Los tres hermanos mayores andan revueltos en el tropel de la servidumbre, y no cabe comprobar la certeza o falsedad del veneno a que se atribuyen sus muertes. Mas queda desvanecido aquel recelo con el trato paternal que logra Jorge Castriota, el cuarto hermano, quien a los asomos de su mocedad, descuella con el brío y la superioridad de todo un soldado. El vuelco seguido de un tártaro y dos persas que osan retar a la misma corte turca, le granjea la privanza de Amurates, y el apellido turco de Scanderbeg (Iskender Beg) o el señor Alejandro, es un recuerdo perpetuo de su nombradía y servidumbre. Queda el principado de su padre constituido en provincia, compensandole aquel quebranto con la jerarquía y dictado de Sangiak, que es el mando de cinco mil caballos, y el arranque fundamental para ascender a los empleos supremos del Imperio. Sobresale en las guerras de Europa, y de Asia; y no podemos menos de sonreírnos del artificio o credulidad del historiador, quien da por supuesto, que en toda refriega se desentendía de los cristianos, abalanzándose con brazo fulminante sobre los enemigos musulmanes. La gloria de Huniades centellea sin asomo de vituperios batallando mas y mas por la religión y la patria; pero los émulos de su competidor, encareciendo su patriotismo, lo apodan apostata y traidor. Para el concepto de los cristianos, suena Scanderbeg en rebeldía con los agravios de su padre, la muerte confusa de sus tres hermanos, su propio desdoro y la servidumbre de su país, al paso que idolatran el afán caballeroso, aunque tardío, con que acudió aclamado y engrandeciendo la fe y la independencia de sus antepasados. Mas desde la edad de nueve anos, vive empapado en las doctrinas del Alcoran, desconoce el Evangelio; la autoridad y la costumbre labran la religión de toda soldadesca, ni cabe alcanzar como y con que iluminación repentina pudo a los cuarenta aparecersele el Espíritu. Mas acendrados e inexpugnables a todo embate de interés o venganza fueran sus motivos, si estallara su cadena desde el primer trance de imponerle su esclavitud: pero media largo olvido y desdora su derecho fundamental, y por cada ano la obediencia y ascensos se va estrechando de nuevo el vinculo mutuo entre el sultán y el súbdito. Si Scanderbeg abrió de antemano la creencia del cristianismo y el animo de su rebeldía, todo pecho pundonoroso abominara del rastrero disimulo, que sigue viviendo ruinmente para luego desmandarse, prometiendo únicamente para perjurarse , y hermanándose eficazmamente con el empeño de perder temporal y espiritualmente tantos miles de sus desventurados compañeros . Elogiaremos por ventura la correspondencia reservada, mientras esta mandando la vanguardia del ejercito turco? . Disculparemos aquella deserción alevosa que brinda con la victoria a los enemigos de su bienhechor? En la revuelta de un descalabro, clava la vista en el reis effendi,o secretario principal, y con la daga al pecho le arrebata el firman, o la patente del gobierno de Albania, y matando al notario y los suyos, precave el resultado de quedar el golpe descubierto. Se escudo con denodados compañeros, a quienes comunica su intento, huye de noche, y arrebatadamente marcha y se resguarda en las serranías paternas. Presenta el mandato regio en Croya y se le franquean las puertas, y apenas se posesiona de la fortaleza, Jorge Castriota arroja la máscara de tanto disimulo, abjura del Profeta y el sultán y se pregona a si mismo, como vengador de su alcurnia y de su patria. Al eco de religión y libertad, estalla una rebelión general, los albanos, casta guerrera, se aferran unánimes en vivir y morir con su príncipe hereditario, y las guarniciones otomanas tienen que avenirse a la alternativa del martirio o el bautismo. Se juntan los estados del Epiro y nombran a Scanderbg caudillo de la guerra turca, comprometiéndose los aliados a acudir con su cuota respectiva de gente y caudales. Contribuciones, posesiones patrimoniales y las salinas de Selina rinden anualmente hasta doscientos mil ducados, y el todo, con un leve cercen para el lujo indispensable, se aboca a las urgencias publicas. Es popular en sus modales, pero severísimo en la disciplina; en sus reales no tiene cabida el menor vicio; su ejemplo robustece la autoridad militar; y bajo su mando son los albanos invencibles en su propio concepto, y sobre todo en el de sus enemigos. Acuden al eco de su nombradia los prohombres mas esclarecidos para sus aventuras, en Francia y en Germania, y solicitan entrar a su servicio; su ejercito permanente se reducía a ocho mil caballos y siete mil infantes; menguados eran los cuadrúpedos para los jinetes diestrísimos; y desde luego se hizo cargo de los inconvenientes y ventajas de sus muchas serranías, y al resplandor de señales muy combinadas, la nación entera tenia que acudir a sus respectivos puntos. Contrarresta Scanderbeg, con armas tan desiguales, por espacio de veintitrés años todo el poderio otomano, y el rebelde burla, perseguido con menosprecio y con sana implacable, el embate de dos emperadores, Amurates II y su hijo mayor. Entra Amurates en Albania acaudillando sesenta mil caballos y cuarenta mil jenízaros, logra ir asolando el país abierto, ocupar luego las poblaciones indefensas, trocar las iglesias en mezquitas, circuncidar a los niños cristianos, y matar a los adultos pertinaces que cautiva: pero todas sus conquistas se limitan a la escasa fortaleza de Sletigrado, y aun la guarnición siempre invicta se rindió con un ardid vulgarísimo, y por un escrúpulo supersticioso. Retirase Amurates con vergonzoso quebranto de los muros de Croya, y de su castillo, residencia del soberano; este sigue al enemigo, quien ya en el mismo sitio, ya en su retirada, le hostiliza día y noche, y desaparece y embiste casi invenciblemente, y aquel desengaño acibara, y tal vez acorta, los postreros días del sultán desesperado. Remuerde también el mismo gusano el pecho de Mohamed II, quien rebosando de triunfos, tiene que avenirse a negociar por medio de sus lugartenientes una tregua, y entretanto el príncipe albano logra la suma nombradia de campeon certero e incontrastable de la independencia nacional. El entusiasmo de la religión y de sus proezas caballerescas lo ha endiosado con los dictados de Alejandro y Pirro, ni se ruborizaron estos de reconocer por compañero a su gran paisano; pero su menguado señorío, y apocadas fuerzas lo rezagan a larguísima distancia de aquellos prohombres antiguos triunfadores, ya de Oriente, ya de las legiones romanas. Sus brillantísimas hazanas, los bajaes que dio al través, los ejercito que arrollo, y los tres mil turcos que degolló con su propia mano, todo tiene que pesarse en la balanza de una critica desconfiada.

Contra enemigos idiotas, y allá en las lóbregas soledades del Epiro, sus biógrafos parcialísimos, pueden a su salvo y a sus anchuras novelar hasta lo sumo; pero aquellas patrañas quedan expuestas a la luz de la historia italiana, y su relación fabulosa de expedición a Nápoles, tramontando el Adriático al frente de ochocientos caballos para sostener a su monarca, tan solo redunda en desconcepto de todo el contenido de sus hazañas. Pudieran confesar, sin desmán para su nombradia, que por fin el poderío otomano vino a postrarlo, y en su trance apuradísimo acudió al papa Pio II para refugiarse en el Estado eclesiástico, y exhaustos quedaban sus recursos, puesto que Scanderbeg feneció como fugitivo en Liso, perteneciente al territorio veneciano. Vencedores los turcos atropellaron su sepulcro; pero los jenízaros engastando los huesos en sus brazaletes, manifestaron con aquel desvarío supersticioso, su acatamiento involuntario al desventurado heroísmo. El exterminio ejecutivo de su patria podrá arrancar su realce a la gloria del prohombre; mas si se dedicara a contrapesar las resultas de la sumisión o de la resistencia, un verdadero patricio quizás se desentendiera de contrarresto tan inasequible, y cifrado con todo en la vida y el desempeño de un solo individuo. Esperanzo tal vez Scanderbeg equivocadamente, que el papa, el rey de Nápoles y la República veneciana acudiría al socorro de un pueblo cristiano, antemural de la costa britanica y del estrecho transito de Grecia a Italia; pero en fin su hijo tierno se salva del naufragio nacional; logran los Castriotas la investidura de un ducado napolitano, y su sangre campea todavía en las primeras alcurnias del reino. Una colonia de albanos fugitivos plantea su morada en Calabria, conservando todavia ahora mismo el habla y las costumbres de sus antepasados.

Dilatadísima es mi carrera de la decadencia y ruina del Imperio Romano . . . .
(Historia de la Decadencia y
la caída del Imperio Romano.

Tomo IV).

miércoles, 26 de agosto de 2015

LUIS DE NAVARRA.



Hijo menor de Juana II de Navarra y Felipe II de Evreux, del que heredó el condado de Beaumont-le-Roger. Hermano de Carlos II rey de Navarra y Felipe con posesiones en Normandía, Luis quería un poco de gloria para sí mismo. 

Siempre trabajó según los intereses de su propia familia, cuando Carlos II abandona Navarra en su intento de conseguir la corona francesa, Luis queda a cargo de los asuntos de gobiernos navarros. En el campo de batalla ayudó a su hermano en el conflicto abierto con el rey de Francia Carlos V. 

Casó en segundas nupcias con Juana de Anjou, hija del rey de Sicilia, y este matrimonio le confirió derechos sobre Durazzo y el Reino de Albania , antigua posesión angevina, en manos ahora de Karl Thopia , un noble albanés. Dispuesto a hacer vales esos derechos dirigió una expedición con el objetivo de recuperar los territorios, recibiendo la ayuda tanto de su hermano Carlos, como del propio rey de Francia. 


Luis de Navarra al frente de la Compañía Navarra, formada por merecenarios y veteranos de la guerra en Francia que habían combatido junto a él, se aventuró en tierras lejanas y extrañas, consiguiendo rendir la ciudad de Durazzo en el verano de 1376. Poco pudo disfrutar Luis de su nuevo feudo, pues murió poco después, pero para la historia, la tradición y la leyenda, quedará el momento en que Navarra conquistó Albania. 

El actor Xabier Elorriaga interpretó a Luis de Navarra en la celebrada cinta cinematográfica dirigida por Alfonso Ungría "La Conquista de Albania". 

martes, 4 de agosto de 2015

HUNEDOARA, HISTÓRICA CIUDAD DE TRANSILVANIA.



Hunedoara es el centro de los territorios que el emperador (y rey de Hungría) Segismundo de Luxemburgo, entregó al padre de Janos Hunyadi (o al mismo Janos), dando origen a uno de los más poderosos linajes transilvanos de la Baja Edad Media. Durante la Edad Media Transilvania fue el feudo de grandes magnates húngaros. La humilde población se dedicaba a las duras labores agrícolas, y así fue durante siglos. 

Llegamos a Hunedoara bien temprano, cuando la ciudad despertaba del sueño/descanso nocturno. Aparcamos la autocaravana en el parking del castillo, aunque tuvimos que esperar hasta la hora de apertura del mismo (¿era a las 9.00 a.m.?). 




Viviendas nuevas, o renovadas, a las que se les han añadido rimbombantes cubiertas compuestas (una especie de barroco metálico), mayoritariamente encarnadas (coloradas, para que se me entienda), que tienden al rococó, es lo primero que llama la atención cuando vamos entrando en Hunedoara. (Lamentablemente no pudimos tomar ninguna fotografía). El ayuntamiento, situado junto a una pintoresca iglesia ortodoxa, muestra su puerta de entrada flanqueada por dos personajes históricos de la región: Avram Iancu y Iancu de Hunedoara. 

Situada en Transilvania, Hunedoara – en húngaro Vajdahunyad (el castillo de Hunyad) – un importantisimo centro metalúrgico era la capital medieval de uno de los clanes más poderosos de la región, los Corvino, liderados por el comandante Janos Hunyadi (Iancu de Hunedoara en rumano). 

Históricamente integrada en Hungría, esta ciudad que ha cambiado varias veces de nombre – Hungnod, Huniad, Hwnyadwar, Vayda Hunyadi – convertida en destacado núcleo industrial del hierro y el acero a partir de la Revolución Industrial, pertenece desde los años inmediatamente posteriores a la Gran Guerra, al estado de Rumanía (un hecho que sigue provocando fricciones entre los dos vecinos). 


La historia de la ciudad está estrechamente vinculada a la familia Corvino, un linaje de peso en la política europea bajomedieval, desde que en el año 1409 el rey húngaro Segismundo de Luxemburgo cedió el castillo y el territorio a Voicu (Vajk) Corvino, en agradecimiento por sus servicios militares prestados. Su hijo, Janos Hunyadi (que llegó a ser regente de Hungría) estableció aquí su residencia, convirtiéndola en el centro de sus posesiones. Otro de los miembros del clan que dejó aquí su impronta fue el rey húngaro Matías Corvino. 



En el colorido blasón de la ciudad están representados tres de sus símbolos; el castillo, el cuervo (emblema de los Corvino) y la siderurgia. 

En la colina del castillo se han descubierto artefactos líticos, lo que revela su temprana ocupación humana. Durante la Edad del Hierro, los dacios extraían metal de esta zona. En relación con esta actividad han encontrado restos de hornos de hierro en la colina cercana al castillo. La riqueza férrea de la zona atrajo también a los ambiciosos romanos, que se instalaron aquí tras las guerras dácicas. Para controlar y proteger la explotación minera, la legión XIII Gemina, cuyo cuartel general se encontraba en Apulum (Alba Iulia) construyeron aquí un pequeño puesto avanzado. 

Los siglos que siguieron a la retirada de Roma de la región, estuvieron marcados por un intenso trasiego de pueblos de diferente procedencia: godos, hunos, eslavos, magiares, pechenegos y cumanos. Hacia el año mil las principales fuerzas políticas y demográficas eran valacos, que lograron formar pequeños feudos, que acabaron sometidos por los magiares. Transilvania pasó a formar parte del recién nacido Reino de Hungría y Hunedoara se convirtió en zona de amortiguamiento para la corona húngara, frente a los pechenegos y cumanos que se habían establecido al sur de los montes Cárpatos. Más tarde llegaron a la región colonos sajones asentados por voluntad de Hungría y emigrantes zíngaros que procedentes de la India habían atravesado medio mundo para encontrar un nuevo hogar. 


La primera evidencia documental es de 1265, y menciona a Hungnod como un importante centro para el curtido de pieles y el procesamiento de la lana. Los campos y bosques circundantes proveían a la ciudad de materia prima, que llegaban por medio de aldeanos, tramperos y arrieros a los talleres y mercados del burgo. Otra actividad económica que se desarrollaba en Hungnod era la extracción de hierro y la metalurgia, especializada en la fabricación de armas y de herramientas y aperos. 

Desde el siglo XIV la ciudad es conocida como residencia de la familia Hunyadi. Janos Hunyadi reforzó el castillo (a la vez que su posición de fuerza), al mismo tiempo que Hunedoara se convertía en un importante mercado para el hierro. El rey Matías le concedió el estatus de ciudad libre de impuestos. Años después del año 1514 la ciudad sufrió las consecuencias de la revuelta campesina dirigida por Gyorgy Dozsa, que terminó aplastada y con su líder torturado y ejecutado. En el siglo XVI se estima la existencia de más de cien casas y una población cercana a los ochocientos habitantes, unas cifras considerables para la época. 


Poco más vimos de la ciudad. Una urbe mucho más grande de lo que pudimos intuir al llegar. Las auténticas dimensiones las atisbamos cuando intentabamos salir de ella. Creo recordar que nos perdimos dos o tres veces antes de poder salir y tomar la carretera que debía conducirnos al siguiente destino: Alba Iulia.