jueves, 26 de marzo de 2020

PRESENTACIÓN.




- Has cambiado. Ya no te quiero. Lo mejor es que lo dejemos.

Llegó una tarde y me lo soltó así, sin anestesia. Terminé de ver el Padrino II, pues nunca he sido capaz de dejarla a medias, recogí mis botas de montaña, el portátil, algunos libros, mi colección de DVDs y abandoné la casa donde, durante unos meses, intenté ser feliz.

No sentí nada, indiferencia y desidia. Volví a casa de mi madre unos días y pasé dos semanas revisionando las antiguas películas de vampiros con las que tanto disfruté durante la infancia y adolescencia. Hace un par de meses compré una FIAT Ducato de segunda mano, la tuneé con un catre, una pequeña cocina, dos grandes depósitos de agua y un transformador para poder cargar el móvil y el portátil (siempre escribo desde el ordenador, me da pereza el papel y el bolígrafo). Llevaba un mes en el paro, y aún me quedaban otros seis meses de prestación. Por primera vez en dos décadas tenía vacaciones pagadas. Como cantaba la chirigota de Juan Carlos Aragón, los Antedeyesterday “no es que no tengas trabajo, es que tienes libertad”. Sin trabajo, prácticamente sin amigos, y con otro fracaso sentimental a mi espalda, me proponía cumplir una de las grandes ilusiones de mi vida.

Me llamo Pablo Rodríguez Maza y voy a hablaros del conde Drácula. He pasado los últimos meses de mi vida recorriendo Europa, buscando pistas, que me den respuesta a la gran pregunta ¿quién fue realmente el Conde Drácula?. He navegado por el Danubio, deambulado por las viejas calles de Bucarest, caminado por perdidos senderos en los Cárpatos, visitado monasterios e iglesias de madera, curioseado en bibliotecas y tiendas de antigüedades en Venecia, me he sentido abrumado por la muchedumbre londinense, explorado bajo el subsuelo de Budapest, he conducido largas horas por carreteras infumables, donde el asfalto es un auténtico lujo. . . .

Semanas de viaje y meses para dar forma y poner por escrito todo este material. Es mi primer libro, así es que espero disculpen mi inexperiencia.

Seguir los pasos de un personaje nefasto y tan diabólico como Vlad el Empalador, no es más que un viaje (sin retorno) a lo más profundo (e interno) de nuestra propia conciencia. Al fondo de un corazón lleno de costurones. Al igual que Harker comenzamos en este punto un viaje iniciático, del que a buen seguro, vamos a concluir más sabios. ¿Quéreis acompañarnos?.


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